Acabó
con toda la comida que podía haber a su alcance, pero nada la saciaba. Tomó
cada rastro de vida a su alrededor. Estaba llena, pero aún así moría por comer
más. Golosa por vivir aventuras incomparables; llenas de guerreros, princesas y
dragones; llenas de briza, flores y atardeceres; llenas de dolor, reconciliación
y alegrías; ella estaba.
Pero algo pasó, se cansó de esperar, y
presa de la depresión empezó a dejarse ajar. Día tras día andaba en un letargo,
adormecida, entorpecida por la simplicidad de dar un paso después de otro por
la vida y tomar lo que había en el camino, sin pedir más, sin querer más, sin
soñar.
Poco a poco fue perdiendo movilidad, hasta
que un día fue atacada por una somnolencia profunda que empezó a arrastrarla
hacia los brazos de Morfeo. Fue recién ahí, que empezó a luchar por permanecer
despierta, quería vivir. Arrepentida estaba, pero cada vez sus ojos se cerraban
más, hasta no poder mantener los párpados siquiera un poco abiertos. También,
fue notando cómo se iba entumiendo, cómo su piel se marchitaba, cómo dejaba de
ser y estar, cómo iba muriendo.
No podía creer, cómo tan pronto era
reclamada, tan pronto terminaba el viaje, sin siquiera haber disfrutado nada,
sin siquiera haber sido agradecida por el regalo de la vida. Tan triste estaba,
que se dejó hacer por la muerte y terminó por cerrar los ojos
irremediablemente.
Sucumbió, al igual que sus esperanzas, y
durmió largo tiempo; soñando con un caudal de pesadillas que parecían devorarla
de a pocos y acechaban su inmaculada, aunque vieja, alma. Cada memoria la
preocupaba, cada pesadilla magnificó sus miedos, cada recuerdo de su vida mal
vivida se volvió una estocada en el alma que podría haber acabado con
cualquiera.
Cansada e incómoda, gritó en la vacía
oscuridad —¡¿Acaso esto es lo que merezco por ser tan mala en vida, que no puedo
tener descanso ni en la misma muerte?! —Y de un arrebato, enfurecida con el
mundo, luchó. Intentó moverse, luego de tanto tiempo apresada en la oscuridad,
desafiando todas las leyes del universo, desafiando su propia muerte, queriendo
vivir.
De pronto, un diminuto rayo de luz se coló
dentro de la tumba intacta que la enclaustraba: un vistazo a la esperanza, una
salida, una nueva oportunidad, una nueva vida. Y, con todas sus fuerzas se
estiró abriéndose camino frente a la adversidad de las circunstancias,
escapando del sepulcro; esta vez sin miedos, no tenía qué perder; esta vez sin
peros, no tenía excusas.
Cuál fue su sorpresa, al descubrir que
había vuelto a la vida y al ver que las estocadas en el alma, que ella misma
había infringido en su ser, habían cicatrizado y se habían acumulado;
transformándose en unas hermosas alas, que una vez desplegadas y secas,
levantaron vuelo para no tocar el suelo nunca más.
Si un alma es capaz de
marchitarse, es capaz de renacer.
Gracias por leer <3
Me encantó, definitivamente, hermoso! También están preciosas las imagenes. Felicidades.
ResponderEliminarBesos
<3 muchas gracias por leer y dejarme un comentario. ^.^ Este cuento lo escribí con el alma... significa mucho para mí.
EliminarBesos!