—Uff… —resopló exhausta la castaña
que ahora se desperezaba y bostezaba frente a la laptop que había sobre su
escritorio. Ya era de noche y había estado trabajando en algo todo el día.
—Pobre… no deberías esforzarte
tanto ni complicarte la vida con tanta cosa. Te haces un mundo. —Dijo su amiga,
que acababa de entrar en la habitación completamente arreglada, maquillada y
con ropa de fiesta: lista para salir esa noche de sábado.
—No… espera. Creo que no
entendiste… Soy escritora, un mundo se supone que es lo que debía crear.
—Mencionó emocionada y le guiñó un ojo, acto seguido, fue a cambiarse. Esa
noche celebraría su nuevo mundo, y es que “hacerse mundos” no era cosa de todos
los días.
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