Pensar duele, solo algunos
pocos lo hacemos,
por eso los escritores somos
fuertes.
Somos perfectos manipuladores,
tanto que podemos expresar nuestros
sentimientos,
y llorar, reír, desesperarnos y
sentir satisfacción a través de los corazones de terceras personas.
Y aún rompiéndoles el
corazón en pedazos nos siguen buscando,
como mártires dichosos.
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